Las ardillas y la vida. Por Onofre Martínez. Profesor de Filosofía
La vida, que es un medio para el conocimiento, se halla situada en la naturaleza y ella rige nuestra forma de estar en el mundo; al tiempo que sólo existe un mundo donde hay lenguaje, es decir donde el ser humano dotado de la razón común aspira, con la ayuda instrumental de la técnica (prótesis artificial que nos desvincula de la “physis” , lo que los primeros filósofos griegos denominaron modo de ser natural de las cosas y nos sume en el confortable ámbito de la cultura) hacer habitable esa “polis” que construye de forma esplendorosa un proyecto sugestivo de vida en común.Pero tantos siglos de esfuerzo teórico para salir del estupor milenario de una ignorancia impuesta por la primigenia dependencia de la férrea animalidad que nos constituye no nos ha llevado a la arcana ensoñación de hollar un paraíso, un lugar utópico donde el proceso civilizatorio que nos forjó libres y capaces de transformar la realidad lograra modificar nuestra depredadora y violenta pulsión destructora de lo natural y ,al mismo tiempo fuera capaz de encauzar nuestras inmensas energías, sino que el supuesto Progreso(inspirado en los ideales científicos y sociales del Renacimiento europeo, primera globalización de un ideal filosófico- científico que emergió en Grecia, se consolidó en Europa y hoy abarca el planeta entero)no es sino la auténtica encarnación de un proceso fraudulento que ha arrasado la vida de pueblos y gentes en aras de un falso Ideal que sólo sirve para mostrar el nítido empobrecimiento de la mente humana. Sólo con un poco de apego a lo sensitivo , al viejo sentido común que nos enseño amar la utilidad y el placer de las cosas que auténticamente nos importan frente a su devaluada conversión en rentabilidad y falsedad dineraria , lograremos que los “cosmopolitas domésticos” que somos, capaces de atisbar desde la placidez de su hogar real el conocimiento que se vislumbra en el ciberespacio virtual, pero que no están capacitados para gozar de la naturaleza auténtica que encierra lo viviente ,recobren su prístina lucidez. En nuestra vieja España, según dictaminó Estrabón, extraordinario geógrafo del siglo I antes de Cristo,(no está claro en sus escritos y quizás no es más que una mistificada leyenda )una ardilla podía ir desde el Finisterre húmedo de esta Hesperia triste al cálido litoral de la Bética por la ubérrima exuberancia de unos bosques esquilmados por la codicia de siglos .Hoy dicha ardilla sería virtual como los inexistentes bosques; pero con cierta lógica entusiasta que se niega a ceder a la pusilánime y sumisa resignación que ha impuesto ese falso Progreso(en verdad una estúpida racionalización del sufrimiento)vamos a crear un espacio verdadero de intereses-guiado por nuestra búsqueda racional del “Bien Común”-que tenga la agilidad, la gracia y la feérica libertad de esa ardilla que vive en el bosque de los sueños y cuya añoranza es el motor de nuestra historia. Por tanto es preciso que, a contratiempo, recobremos la Tradición y el Usufructo que devolvería la vida a nuestra ardilla frente al hálito destructor de la Historia y la Propiedad.